Memorias de un Rey. Por: Alvarous Zero.

Su cabellera de oro reluciente, la risa de su angélico semblante que hizo la tierra al cielo semejante, ¡poco polvo son ya que nada siente! ¡Y sin embargo vivo todavía! A ciegas, sin la lumbre que amé tanto, surca mi nave la extensión vacía... Aquí termine mi amoroso canto: seca la fuente está de mi alegría, mi lira yace convertida en llanto

viernes, septiembre 30, 2005

EL TORNEO.

Han venido caballeros de todas partes del reino, esto es una fiesta. Así lo quería nuestro anterior Rey, Sebastián, "el día de mi muerte no lloren, sino que rían". Claro que ya han pasado dos años desde la muerte de Sebastián, mi gran amigo y mi majestad.


Recuerdo muy bien como lo conocí, fue hace unos años atrás cuando yo...


Estaba como siempre cumpliendo con mis obligaciones Imperiales, para mi era un gusto, pues Su majestad, el emperador de Sindel, Diosidas, me había mandado a buscar a mi pequeño pueblo en la periferia del Imperio, por la razón que le intrigaba mucho una pintura que yo le había regalado a un capitán de sus ejércitos mientras retornaban a la capital Imperial tras un largo camino de vuelta de las tierras de los Magos. Tanto le intrigo mi pintura que para el representaba un sueño que había tenido hace varios años y que ahora volvían a su mente.


Fui a la capital imperial de Sindel: Rakunia, allí fui recibido por el mismo Emperador y en una reunión privada me pidió que le contara que significaba esa pintura. Al parecer lo que le dije lo dejo conforme, pero para sorpresa mía me quede en el palacio como artista del Imperio ya que a la Emperatriz le gusto como pintaba y de la forma en que preparaba las maderas.


Bueno, aunque la Emperatriz no duro mucho tiempo con vida, igual me quede en el palacio por ordenes de su majestad, ya que él también me había tomado un gran aprecio y le comenzó a gustar mi arte. Aunque ciertamente tuve que integrarme a la escuela Palatina, que fue allí donde la conocí a Ella, pero ese no es el tema.


Como dije al principio, cierto día me encontraba en las afueras de la ciudad realizando mis labores de artista, me gustaba ese lugar porque desde allí podía ver lo que no veía en la ciudad: el entrenamiento de los caballeros en el arte de la guerra. Me gustaba verlos pelear y usar con gran habilidad su espada, aunque mi sueño prohibido desde pequeño, siempre fue la Magia.


En una de esas jornadas, cuando venia de vuelta a la ciudad, ya al anochecer, me sorprendió escuchar a alguien pelear, pues el entrenamiento había terminado hacia bastante rato atrás, pero no era un entrenamiento lo que vi, pues eran cinco hombres armados y fornidos que atacaban al más joven de los hijos del Emperador, era el príncipe Sebastián.


Estaba maltrecho y sangraba de un brazo, si me quedaba allí lo más probable seria que lo mataran y aunque poco era lo que sabia pelear tome la espada de un tipo que yacía muerto en el camino, bote mis cosas y me dirigí silenciosa pero velozmente a la espalda de uno de los hombres y lo atravesé sin piedad, era la primera vez que mataba a alguien, al verse sorprendido los otros hombres, Sebastián aprovecho el instante para cortar la cabeza del tipo que mas cerca tenia. Pasaron cosa de segundos cuando uno de los hombres corrió velozmente hacia mí con todo el afán de cortarme con su espada con la mitad, pero yo aprovechando la velocidad de mi pequeño cuerpo, comparado en el de él, lo esquive y pude cortar parte de su pie, el cual salió varios metros rodando por el suelo. Era todo un festín de sangre y gritos. Cuando me di vuelta Sebastián ya había matado a otro de los hombres enterrándole su espada hasta lo más profundo de sus tripas, provocando un tajo en su estomago que hice que se esparcieran por todo el suelo, era algo repugnante y un hedor insoportable.


Sólo quedo uno de los tipos vivos, quién corrió por el campo como la más sucia de todas las meretrices, desapareciendo entre las sombras que se hacían cada vez más espesas. Sebastián sangraba y ya no le quedaban fuerzas para mantenerse en pie, así que vende sus heridas con mis feos harapos y lo puse en mis hombros.


Corrí con él hasta llegar a las afueras de la ciudad donde uno de los guardianes tomo al príncipe mientras que otro me golpeaba por la espalda...


... cuando desperté estaba desnudo y en un calabozo, de esos calabozos a los cuales muchas veces había recorrido en busca de lugares para poder pintar y que paradójicamente hoy ocupaba un lugar privilegiado; desnudo y con cadenas en los pies. ¿Qué había hecho? Nunca nadie me vino a ver, solo un hombre vestido de azul me tiraba un trozo de rata para comer y que claro los primeros días no me las quise comer, pero cuando ya el hambre ya era extrema, las comí imaginando que eran los más deliciosos manjares del Imperio y me acorde de mi madre.


No sé cuanto tiempo estuve en el calabozo, pero para mí fueron meses, hasta el momento en que apareció Sebastián y me saco casi desahuciado de allí.


Y por él es que festejamos este torneo, en su nombre, como el primer Rey de Rakcon y dirigido por el actual Rey, su mejor amigo y camarada: Alvarous Zero, el pintor del desaparecido Imperio Sindel...

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